miércoles, 2 de febrero de 2011

Cosas de telenovelas


Por: Fernando Martínez Calzadilla
Comenzaré diciendo que no soy crítico de arte ni mucho menos, tan solo soy un espectador más, que a veces se deja voluntariamente torturar por algunas de las producciones nacionales que se ponen en nuestra televisión. Nuestro país se ha enfrascado en la producción de series de factura nacional para evitar lo más posible los culebrones extranjeros, los que a decir de muchos especialistas, solo son una pérdida de tiempo para un pueblo trabajador cuyo único interés es conocer de la realidad nacional. La única excepción en la programación nacional son las producciones brasileñas y alguna argentina, que en sus cientos de capítulos divaga en historias que son tan culebrones como las demás, la causa de porque estas si se permiten, es para la mayoría un misterio.
Las telenovelas cubanas en su mayoría producidas con una escases de recursos exorbitante, y sin dudas con un inmenso esfuerzo de nuestros aguerridos artistas(los que aún quedan aquí), desde hace unos años se centran como todo lo demás, en educar al pueblo sobre cómo se logró la tan ansiada independencia nacional, hoy se le da dado un giro completamente distinto a las historias, tratando de darle un toque de actualidad que a veces raya en lo irreal.
En la actual producción del ICRT que cada noche de lunes, miércoles y viernes llega a nosotros y que se llama “Aquí estamos” vemos un ejemplo claro de lo que hablamos, una joven, Cecilia, querida de un gerente extranjero, que apenas sabe leer  y que está siendo reeducada por la integración a este grupo de teatro y por otro joven, Chiralta, un drogadicto que ahora parece ser que también se reintegra a la sociedad gracias a esto. Esta historia nos hace preguntarnos qué hacia la muchachita en la escuela que no aprendió a leer, sobre todo cuando desde hace años se habla de una revolución cultural a nivel nacional, es increíble que alguien que apenas articule una palabra pueda haber aprobado siquiera el festival de la lectura de primer grado. El otro personaje de esta pareja, hijo de un dirigente que se suicidó por robar en su empresa, resulta ser que muy mal actuado, pretende darle clases al psicólogo que debe atenderlo en unas consultas a las que asiste semanalmente, una copia de la película “Una mente indomable” en que se recrea esta misma situación con un chico rebelde y superdotado.  Son tantas las situaciones ridículas que atiborran estas novelas que de verdad hay que pensarlo para verlas, digamos que las personas hablan horas por sus celulares que al parecer tienen crédito ilimitado, cosa risible en extremo, cuando la tarifa de un minuto equivale a la ganancia de una norma en el campo de un obrero agrícola, otra cosa curiosa es como la policía te advierte y trata de educarte antes de aplicarte la peligrosidad social y así escenas que distan tanto de la realidad que se vive que dan pena en verdad.
Siendo realistas y objetivos, tenemos que decir que a los televidentes les agrada ver a actores jóvenes aunque su actuación no sea como la de los consagrados y emigrados antecesores, pero es mejor que se ahorren un poco los recursos a la hora de hacer series como la telenovela que hace poco concluyó y que ahora están repitiendo, su nombre, “Diana” la novela más criticada no solo por la población, sino por la crítica especializada que la catalogó como la más mala hecha en toda la historia de la televisión cubana, y ya ven, de nuevo esta en cartelera, seguro que para cubrir un hueco o para ver qué les parece ahora por segunda vez a las personas que tienen que morder el cordobán de la TV nacional.
La contradicción que crean al recrear una realidad alterada en su totalidad, hace que estas producciones sean algo fantasioso y criticado. Cuanta gente que viven hacinados en huecos de viviendas, no ven las suntuosas casas en que viven todos los personajes de las novelas, se preguntan sin dudas de donde son ellos. La mesa siempre bien servida y los refrescos gaseados que solo ven los niños en días festivos y cuidado, cubren a diario las cenas y meriendas de los irreales personajes, en duro contraste al plato de arroz y chícharo con aguacate que se comen nuestras familias y eso si lo alcanzamos.
Aún hoy después del paso inexorable del tiempo, recordamos producciones como “Sol de Batey” con la actuación de Susana Pérez y Armando Tomey, “La dama de las Camelias”, “Martín Perdida en el Bosque” y otras que siempre serán consagradas por la historia de la novela cubana, tanto por el elenco de actores como por las tramas de la historia, amor, pasión, cosas lindas y dolorosas, que hacían de esta hora un espacio de recreación e ilusión, donde todos se identificaban con algún personaje y lo tomaban como ejemplo a imitar, hoy ni siquiera hay alguien en estas novelas al que quisiéramos parecernos por ser tan irreales . Que quedará en el futuro para las nuevas generaciones, no lo sé, solo sabemos que el camino tomado por la televisión cubana no es el mejor y tienen material humano para lograr grandes cosas, solo que el arte no puede estar en función de la política porque pierde su esencia misma. Ese matiz acrisolado con que uno ve su realidad en la pantalla, pero no la que vive, sino la que quisiera vivir, esa ilusión no debe matarse nunca. Los personajes no son como nosotros somos, sino como nosotros quisiéramos ser. La politización de los medios de difusión masiva y de los espacios que llegan a grandes cantidades de personas, son métodos de divulgación subliminal que los estados debían de medir su uso, porque los pueblos tienen derecho a disfrutar de esparcimiento, sin que medien intereses clasistas o de los grupos en el poder.  Nada que lejos de triunfar en la lucha contra la penetración de los temidos culebrones, está perdiendo visiblemente terreno en este sentido.  Y ustedes mi pueblo, no se dejen engañar por esos nuevos mensajeros de tiempos mejores, que llegan a casa cada noche de lunes, miércoles y viernes, esas son cosas que pasas y que se viven solo en la tv, son cosas de telenovelas.   Y mientras tanto las cosas mejoren voy a terminar de ver, en DVD por supuesto, el final de la novela “Entre el Amor y el Odio” que protagoniza uno de los actores cubanos que produce culebrones en México, César Évora.  

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