miércoles, 2 de febrero de 2011

Dos años de vivir un mágico sueño.



Hace apenas dos años que Salió de su capullo, para convertirse en asustadiza mariposa, el primer número de la Revista Sociocultural Renacer. Cuando les conté a los amigos sobre mi sueño, hubo los que me dijeron que estaba loco, que una revista de este tipo apenas sobreviviría unos meses, pero los hubo también que me dieron la mano y me dijeron caminaremos contigo. Hoy algunos han quedado en el camino, porque exigíamos una cuota demasiado alta de sacrificio, otros se han sumado y aún están aquí, otros vendrán en un futuro, a esta  casa de todos los cubanos. No han sido pocos los contratiempos y los sinsabores, las decepciones y los reveses, pero el premio ha sido mucho más grande, el ver este segundo aniversario con nuevas ideas, ímpetu y deseos de seguir adelante, de todas aquellas personas que conocen de este proyecto, que más que proyecto es parte de nuestra propia vida. Este se dice que será un año decisivo para la isla, un año en que se esperan cambios y grandes transformaciones a nivel nacional, pero no habrá cambio lo suficientemente grande si no se empieza a cambiar desde dentro del hombre, si no comienza a sentirse en las venas el ardiente deseo de transformar y moldear la arcilla incólume de la sociedad civil cubana. Mucho se habla de unidad por los que atentan diariamente contra ella con sus acciones y palabras, necesitamos hechos concretos, proyectos viables que revitalicen la savia que alimenta nuestro afán de lucha, basta ya de malgastarnos en cosas que no llegan a ninguna parte, es el momento en que nos sintamos verdaderamente como hermanos, no para ponernos zancadillas, sino para ofrecernos la mano, no una, sino ambas.
La sociedad civil siempre ha tenido sus detractores, pero el enemigo más peligroso de todos es la falta de amor, porque la gran obra de hacer una patria nueva, es tarea imposible de unos cuantos, para agitar la mezcla se necesitan muchas manos. Entonemos entonces el himno de la nueva Cuba, con el deseo del que armoniza un efluvio de pasión, como quien compone la más hermosa de las melodías, que al escucharla el corazón parece saltar de gozo, recordando siempre, que una canción para ser verdaderamente completa, necesita de muchas notas, de la policromía de los altos y bajos, de las corcheas y del encanto apasionado del que la escribe y de quien la interpreta.
No hay obra que no exija sacrificio, y más aún cuando esta obra tiene carácter de hazaña. Hay que estar preparados para formar entre todos, la nueva maquinaria que eche ha andar, todo el mecanismo que mueve la razón de existir de la patria nueva. Nosotros estamos ante nuestro propio muro de Berlín, ya han caído algunas piedras, la demora en abrir una brecha para que penetre el haz de luz de la libertad, está en nuestras manos. Unamos todos los esfuerzos en uno solo, gigantesco, inmenso como la cordillera de oriente, como las palmas reales que mecen su penacho verde, bajo el cálido sol del trópico. Rompamos al fin con el esquema de pensar primero en lo que me pasará si opino o hablo diferente, empecemos a pensar en lo que les pasa a otros por hacer lo mismo por nosotros , y de que  manera podemos revertir esta situación, y quitar la mordaza de la censura de la boca de la verdad. No seamos más la piedra al lado del camino que pasa inadvertida, seamos en lo adelante la piedra en el zapato, que molesta al punto de hacernos quitar el calzado para echarla fuera. Hacernos notar, lograr que se nos de la debida atención, la que merecemos, a la que voluntariamente hemos renunciado por cuestión de comodidad, miedo o la dolorosa sensación de no poder hacer nada. La fuerza está en las pequeñas cosas, en lo insignificante, la pieza más pequeña es la que detiene el mecanismo de un gran reloj, porque todo ingenio humano necesita, para funcionar correctamente en todo su potencial, de todas sus piezas. Podemos hacerlo andar, incluso producir sin una u otra, pero el fruto no será nunca el mismo. Hagámonos la conciencia de que esta inmensa máquina que es Cuba necesita de sus once millones de minúsculas piezas, que es imposible hacerla funcionar apartando un número tan grande de elementos de la magnífica maquinaria que es la sociedad civil.                


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