miércoles, 2 de febrero de 2011

La verdadera cara de la prisión cubana.

Testimonio de Víctor Pérez Martínez, preso a la edad de 16 años de edad. En estos momentos se encuentra participando en diferentes actividades de la sociedad civil.

En Cuba los menores de 18 años no son tratados por procedimiento propiamente judiciales sino por comisiones de psicólogos, pedagogos y otros profesionales bien capacitados, si el delito requiere internamiento, no se produce jamás en prisiones ni en granjas con presos adultos. Existen establecimientos especializados donde reciben tratamiento para combatir los problemas que originaron su conducta.
Asamblea Nacional del poder popular (sistema judicial).

Nunca la vida me había regalado nada tan maravilloso, sin embargo como gran parte de todos los cubanos creí tener mis manos la suerte de haber nacido en un país justo, donde todos los ciudadanos tenían oportunidad por igual de alumbrarse con su talento y no la de hundirse en la miseria humana de la eterna inocencia. Tenía entonces quince años, comenzaba mis estudios en un politécnico agrícola ubicado el kilómetro 8 de la carretera a la Coloma, no puedo decir que era el mejor alumno, pues aún cuando académicamente lo fui, mi carácter hiperactivo me convertía en un joven inmaduro y carente de la educación y el cariño que todo hijo a de recibir sus padres. Pero así es la vida, nada ha de ser completo, para entonces tener la voluntad de buscar lo que nos falta. La imperfección, alguien escribió una vez, es la obra de toda acción.
No era la agronomía mi gran anhelo, pero después de haber alcanzado el número uno en el escalafón y haber obtenido por mis méritos académicos la carrera que tanto me gustaba (electrónica), alguien con más poder adquisitivo o relaciones ocupó mi lugar en la carrera que comenzaría en septiembre, por lo tanto no me quedó otra opción que superarme en el lugar que fuera. Esperaba ansioso cumpleaños número 16, creyendo un sin fin de mentiras y esperando un milagro que nunca llegó.
Era menor de edad, por tal motivo se justifica mi inocencia, pero nunca pude justificar el día en que me equivoque, cuando sin pensar yo y un amigo mientras jugábamos béisbol, cometimos un error.
Jugábamos, y la pelota fue a dar al interior de un almacén algo descubierto pues sus puertas eran tejidas de alambre perle y la separaba del piso, un espacio de un poco más de 30 centímetros, suficiente como para que pudiera deslizar mi cuerpo al interior, en busca del objeto, por la inexperiencia y el ansia de tener lo que nos era prohibido, tomamos una caja que estaba a la mano con 15 escobillones y tres cartones de huevos. Inmediatamente fuimos detenidos y terminamos en los calabozos más tenebrosos que un joven de quince años haya podido visitar. Mi amigo se mantuvo firme, tanto que habló una palabra. En cambio yo gritaba, lloraba, eran mucha oscuridad y demasiado silencio, como para comprender en aquel entonces que el mundo es la curiosidad eterna de quien cree lo conoce todo. Todos los detenidos me apoyaban gritando a mis carceleros, "saquen a este niño de aquí". Como consecuencia de mi constante ajetreo y los gritos se presentaron dos oficiales que me trasladaron por un oscuro pasillo a la celda más alejada de la puerta, allí se encontraba un hombre de casi 40 años, no entendía porque me habían quitado las esposas y menos aún la presencia callada y fría de aquel nuevo compañero de celda. Era tanta la presión y el hostigamiento que comencé a gritar nuevamente, aquel hombre se puso de pie y me dijo-no estoy para gritos-llorando le explicaba que no quería estar ahí, que sólo era un joven de quince años, quien no había cometido ningún crimen, pero tal parecía que aquel hombre estaba programado por aquellos que no estaban dispuestos a seguir escuchando mis gritos. Yo continúo gritando y de pronto recibí un gran golpe y las réplicas de ese hombre-no te dije que no seguirás gritando-ante la amenaza le respondí con la misma violencia, dándome cuenta de que los oficiales estaban escondidos detrás de la puerta, uno decía-abre la puerta que se abrió el gallito- y el otro respondió- déjalos que se den unos cuantos golpes-al observar mi rebeldía me condujeron a otra celda donde existía una cama y un sanitario, cosa que no había en las anteriores, también empezaron a tratar diferentes pues ya no sabían qué hacer con mi carácter. Empecé a ceder mientras caía en la trampa psicológica de que sólo pretendían ayudarme, yo sólo tenía tres opciones, morir, resistir o creer en sus promesas.
Opte por resistir para ver que traían los venideros días. Mientras tanto mi madre desde un hospital sufría el camino infernal donde me encontraba, sabía que mis sentimientos se nutrían de odio, pues eran pocos los años de mi vida para enfrentar este sentimiento marcó tanto mi juventud esta experiencia que por eso consideré el 21 de mayo de 1999 mi mejor cumpleaños. Hay hermosos regalos que se adornan con





espinas. La represión, la presión física y psicológica, el incumplimiento de lo establecido los códigos nacionales y de todos nuestros derechos humanos, fueron sin dudas los obsequios más útiles que recibí en aquel entonces, que me ayudaron a entender desde temprana edad y hasta hoy la realidad de esta nación. Desde ese día hasta hoy he conocido varias prisiones, pero ninguna se diferencia de la prisión mayor en que viven más de 11 millones de cubanos. Aprendí que no hay mucha diferencia entre los de dentro las prisiones y los que dicen ser libres, que igualmente se engaña, se manipula, se agitan de un lado para otro según la conveniencia de los gobernantes. Se les dice qué comer, como vestirse, a que lugares ir o no, se les programa lo que pueden ver y lo que no pueden ver, en fin son con presos como lo fui yo. Aprendí además a agradecer sin odio a quienes me dieron oportunidad de convertir cada cumpleaños de mi corta existencia, en un arsenal de duras experiencias, dispuesto a luchar y vencer contra el peor de los verdugos, el miedo.
Existen muchas formas de matar.
Cuando a un joven lo envías a prisión sin un  motivo real, mezclándolo en un mundo inmoral y peligroso por naturaleza. Cuando sin pensar en su familia le arrancas de sus manos el derecho de estudiar y luchar por un futuro mejor, sin importar la edad, sus sentimientos, su pasado, los motivos. Cuando destruyes sueños y construyes realidades manchadas de injusticias, que sólo dejan lágrimas y un cementerio de silencio, como cuando sólo te interesa reprimir, también se es un asesino
"asesinos tontos que creen que al matar un hombre matan su verdad".

   

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